lunes, 30 de mayo de 2011

RESEÑA. PARTE I

Matías Brossard
Dentro de los espacios virtuales de las redes sociales, uno de los grandes problemas que se presentan va más allá de las limitaciones tecnológicas y más acá de los defectos del carácter humano. La combinación de una horizontalidad completa y democrática (todos pueden opinar) sumado a una total o parcial anonimidad (un alias es un nombre fácilmente descartable) provoca que muchas veces la comunicación se distorsione de manera violenta.
Son conocidos los casos de amenazas, persecuciones y acosos virtuales. Muchas veces estos ataques son provocados por “trolls”, seudónimo para aquellos que explotan la libertad de la Internet cayendo en el libertinaje. Como han sostenido teóricos como Beatriz Sarlo, la posibilidad de que todos seamos escuchados parece democrática pero finalmente terminamos aceptando la necesidad de filtrar contenidos. Una comunicación productiva debe ser finalmente moderada en beneficio de aquellos que realmente desean intercambiar opiniones, diálogo y experiencias.
Teniendo en cuenta esta necesaria política de moderación, existe una sub-categoría de intercambios en las redes sociales: los campus virtuales. Un ejemplo de dichos espacios es el desarrollado por la UNL para sus ciclos de licenciaturas.
Como primer punto de análisis, entonces, es bueno entender las condiciones de trabajo que estos campus ofrecen. En estos espacios de comunicación tenemos, si se permite la expresión tan trillada, lo mejor de los mundos. Es decir, de los espacios de comunicación virtual tenemos la posibilidad del trabajo a distancia y la comunicación con pares que de otra manera no podríamos contactar. Incluimos dentro de estas ventajas también la posibilidad de organizar los horarios de manera asincrónica pero responsable. Del lado de las experiencias educativas tradicionales se transfiere un respaldo académico que valida el esfuerzo y una serie de estructuras que delimitan e identifican el espacio de comunicación junto a los miembros que lo utilizan. Cada alumno utiliza su nombre y su apellido, cada alumno participa siendo responsable y beneficiario de su participación, de esa manera la experiencia tiene todo el peso del sistema tradicional pero en un ambiente totalmente nuevo.
Para definir de manera más específica las capacidades de los campus virtuales, se puede utiliza la clasificación de Typaldos. Los principios de colaboración que este teórico sostiene son intrínsecos a la experiencia de los campus virtuales. Son especialmente notorios en este caso la reputación (sostenida por un historial de actividades y actitudes), las fronteras o límites (cuya importancia ya se remarcó) y la credibilidad (dada por la autoridad universitaria que promueve y sostiene la plataforma).

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